Una vez, tres ilustrados monjes viajaban con deseos de disputar con los hombres más sabios del país. Preguntaron a quién podían dirigirse, todo el pueblo, habló de la sabiduría del Rey Odenato, y de que según el, todo el secreto del universo estaba en su querido caballo TADMOR. Los monjes explicaron que estaban interesados en conocerlo porque cada uno tenía una pregunta que hacerle. Fueron recibidos en palacio.
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—Dejemos que hagan sus preguntas —dijo Odenato confiado cuando le explicaron la razón de la visita de los monjes.
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El primer monje se puso de pie y preguntó:
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—¿Dónde está el centro de la tierra?
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—En este momento, ese punto está exactamente bajo la pata derecha de mi caballo—respondió Odenato con seguridad—. Si no me crees, mide la tierra y lo comprobarás.
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El primer monje se fue y el segundo preguntó:
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—¿Cuántas estrellas hay en el cielo?
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—Tantas como pelos tiene mi caballo.
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—¿Cómo puedes probarlo?
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—Si no me crees, cuéntalos —respondió Odenato.
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—¿Cómo puedo contar todos los pelos del caballo? —protestó el monje.
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—Tan fácil como puedas contar las estrellas del cielo.
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El segundo monje dio un paso atrás, confundido, y el tercer monje se puso de pie:
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—¿Cuántos cabellos tengo en la barba? —preguntó.
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—Tantos como tiene mi caballo en su cola.
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—¿Cómo puedes probarlo?
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—Es fácil —contestó Odenato con firmeza—, simplemente arranquemos los pelos de tu barba y los de la cola de mi caballo uno por uno y así sabremos el resultado.
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Al tercer monje no le entusiasmó la idea y también se retiró, muy impresionado. Los tres estuvieron de acuerdo en que habían sido derrotados.
